Todos tenemos Fe… ¿No me crees?


El Papa emérito Benedicto XVI nos decía que debemos quitarnos de la cabeza la falsa idea de que la fe ya no tienen nada que decirle al hombre de hoy.

Y es cierto, sólo basta hacer una pequeña reflexión para darnos cuenta de que todos tenemos fe. Y es que, para poder SUBSISTIR, el ser humano, además de las mínimas condiciones básicas de vida, necesita fe, creer. Así, vamos viendo que creemos en cientos de cosas, situaciones y personas, aunque no nos demos cuenta.

Por ejemplo, creemos en el médico; cuando tenemos algún malestar acudimos a pedir su auxilio, partimos como de un preconcepto: que él puede darnos un tratamiento eficaz para remediar nuestros padecimientos. No necesariamente nos debe constar que efectivamente el médico tiene los conocimientos y la certificación expedida por cierta universidad para que demos por hecho que puede ayudarnos. Le creemos sin más y, generalmente hacemos lo que él nos indica con una fe casi ciega.

De la misma forma, creemos en el farmaceuta que nos da el medicamento prescrito anteriormente por el médico. No es que nos vayamos personalmente a laboratorio a ver que efectivamente se haga la mezcla específica de tales o cuales activos que necesitamos para tratar nuestro malestar. Nuevamente, por fe, creemos que el producto que se nos entrega en la farmacia efectivamente equivale a lo que, por fe, creemos nos ayudará para restablecer nuestra salud.

Lo mismo dígase de cuando, por ejemplo, compramos un boleto de avión. Difícilmente alguien desconfía si es que en realidad el vuelo llegará al lugar adonde lo compró, ¿qué tal que me llevan a otro sitio?, ¿y si el piloto no sabe sobrevolar el avión?, ¿qué tal que la persona que me vendió el boleto me engañó y no me van a prestar finalmente el servicio que requiero? Simplemente actuamos por fe, creyendo sencillamente en un conjunto de personas que aún sin conocerlas, confiamos y tenemos la seguridad de que nos darán un servicio.

Pues bien, en muchas cosas tenemos fe, en muchas personas, y aún sin habernos visto jamás, les creemos. Mas, lamentablemente, en nuestra relación con Dios no sucede lo mismo… tenemos miles de preguntas, algunas de ellas ilógicas incluso; no nos damos cuenta que en Él también debemos tener fe, confiar, creerle.

¿Por qué Jesús no pudo actuar milagros en su pueblo? No hay otra respuesta, sencillamente porque no tenían fe en Él. Sin embargo, otros cientos de hombres, mujeres y niños de otros lugares fueron testigos y receptores de muchos signos milagrosos. La diferencia era que éstos sí tenían fe en Jesús.

Finalicemos nuestra reflexión con este pequeño pensamiento que nos motiva a CREER:
No es que deba poseerse una enorme cantidad de fe, con poca basta. Quien tiene fe, aunque en una diminuta porción, lo tiene todo.
Por: Ángel David Arias Correa.

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