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Monacato, deriva de la voz latina monacho, que se entiende como solitario y cuyo lugar de residencia es un monasterio. Algunos términos que pueden asociarse a éste suelen ser el de eremita (quien vive en el desierto), anacoreta (el que se retira al monte) o cenobita (quien hace vida en comunidad).
De manera que, el monaquismo es el término más adecuado para designar el estado de vida de todos los que deciden dejar el el mundo para entregarse a Dios; cabe destacar que esta fuga mundi puede darse en la vida en común o en solitario.
Dos de las características más esenciales que distinguen al monacato son la ascesis y la sujeción consentida a determinadas reglas de vida. Por tal actitud frente a la vida se entiende la práctica de la abnegación y la renuncia a los placeres que el mundo ofrece, con el único fin de alcanzar un alto grado de espiritualidad, intelectualidad o auto-conciencia.
Algunas características clave presentes en la gran diversidad de monjes que ha habido en toda la historia, son:
1. La organización de una vida separada del mundo y la sociedad.
2. La continencia o virginidad.
3. La preeminencia concedida a la oración o meditación.
4. Las prácticas penitenciales de austeridad y sacrificio personal.
5. La sujeción a una regla de vida.
6. La sumisión a un superior.
7. La pobreza, que implica un despojo para vivir en la mendicidad del propio trabajo.
8. Hay un tiempo de iniciación.
9. En muchos, se acostumbra el cambio de nombre.
10. Un vestido diferente o una tonsura como significando el distanciamiento moral del modo de vida del común de la gente.
11. Finalmente hay un sistema penitencial para quienes quebrantan las reglas.
En el mundo bíblico encontramos a distintas comunidades de monjes, entre los que figuran los Nazareos, las Comunidades Proféticas, los Recabitas, los Asideos, los Escenios, y los Terapeutas, por mencionar algunos.
Cabe destacar que Jesús de Nazareth no fue ni monje, y muchas veces no se mostró asceta. No obstante fue un hombre trabajador, corriente, aldeano, muchas veces se retiraba a solas a orar, y fue virginal por elección.
La primera comunidad de los Cristianos, que tenían a la cabeza al grupo de los apóstoles, nos narra una comunidad solidaria, fraterna, hospitalaria, donde todo se pone en común, y donde sobre todo se busca hacer presente el Reino de Dios.
Parece ser que en esta primera comunidad narrada maravillosamente en los Hechos de los Apóstoles es donde las ordenes y congregaciones religiosas han hallado una inspiración y han fundamentado su razón de ser. Una pregunta que cabría muy bien teniendo esto como referencia, sería si es que estas agrupaciones han logrado actualizar de acuerdo a su tiempo presente esta forma de vida de la que el venturoso texto sagrado nos habla.
Dos de las características más esenciales que distinguen al monacato son la ascesis y la sujeción consentida a determinadas reglas de vida. Por tal actitud frente a la vida se entiende la práctica de la abnegación y la renuncia a los placeres que el mundo ofrece, con el único fin de alcanzar un alto grado de espiritualidad, intelectualidad o auto-conciencia.
Algunas características clave presentes en la gran diversidad de monjes que ha habido en toda la historia, son:
1. La organización de una vida separada del mundo y la sociedad.
2. La continencia o virginidad.
3. La preeminencia concedida a la oración o meditación.
4. Las prácticas penitenciales de austeridad y sacrificio personal.
5. La sujeción a una regla de vida.
6. La sumisión a un superior.
7. La pobreza, que implica un despojo para vivir en la mendicidad del propio trabajo.
8. Hay un tiempo de iniciación.
9. En muchos, se acostumbra el cambio de nombre.
10. Un vestido diferente o una tonsura como significando el distanciamiento moral del modo de vida del común de la gente.
11. Finalmente hay un sistema penitencial para quienes quebrantan las reglas.
En el mundo bíblico encontramos a distintas comunidades de monjes, entre los que figuran los Nazareos, las Comunidades Proféticas, los Recabitas, los Asideos, los Escenios, y los Terapeutas, por mencionar algunos.
Cabe destacar que Jesús de Nazareth no fue ni monje, y muchas veces no se mostró asceta. No obstante fue un hombre trabajador, corriente, aldeano, muchas veces se retiraba a solas a orar, y fue virginal por elección.
La primera comunidad de los Cristianos, que tenían a la cabeza al grupo de los apóstoles, nos narra una comunidad solidaria, fraterna, hospitalaria, donde todo se pone en común, y donde sobre todo se busca hacer presente el Reino de Dios.
Parece ser que en esta primera comunidad narrada maravillosamente en los Hechos de los Apóstoles es donde las ordenes y congregaciones religiosas han hallado una inspiración y han fundamentado su razón de ser. Una pregunta que cabría muy bien teniendo esto como referencia, sería si es que estas agrupaciones han logrado actualizar de acuerdo a su tiempo presente esta forma de vida de la que el venturoso texto sagrado nos habla.
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